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Literatura para jóvenes y mal escrita

Actualizado: 21 jul 2022

Una de las cosas que hace de Zaíno una editorial diferente es que nos gusta mucho hablar de literatura. Es lo que hacemos con nuestros autores constantemente. Y cuando publicamos algún libro queremos que los lectores puedan participar de esa conversación. Por eso iniciamos este espacio dándole la palabra a Daniel Bravo A. para que hablemos de lo que se está detrás de la estupenda [niño rata].

Esta conversación nace de la entrevista que le hicieron a Daniel en El Colombiano. Está bien buena. Pero por las obligaciones de la prensa escrita las respuestas tenían que ser cortas. Y había un par de cosas sobre las que quisimos seguir conversando. Esto es lo más parecido a una de las conversaciones que tuvimos en los largos y provechosos meses en que editamos [niño rata].


Por encima de la entrevista parece flotar cierta idea de que si el libro se acerca al mundo de los videojuegos, que es un submundo muy juvenil, entonces tiene que poder clasificarse como literatura juvenil

Parece una paradoja: decimos que la literatura para jóvenes es inferior a la “para adultos” y, al mismo tiempo, cuando se acercan a un libro “adulto”, decimos que los jóvenes no están preparados para leerlo, que mejor vayan a leer algo más de su edad. Luego nos quejamos de que no leen, o que solo leen en inglés, o que leen pero no los clásicos, o seguimos moviendo la meta hasta que encontremos algo para poder decir: “¡Sí ven! Es que los jóvenes…”.

Mientras tanto, bajo las sábanas, un adolescente lee aquello que los responsables adultos responsables le dijimos que no podía leer.

Cuando escribía [niño rata], y de manera más acelerada ahora que está en librerías, me preguntaba si este libro es literatura juvenil. El libro ocurre parcialmente dentro de un videojuego, está protagonizado por tres jóvenes y refleja elementos de la cultura gamer. Encima, se llama [niño rata]. Lo fácil es decir que sí. Pero esos motivos son secundarios. Lo que hace de este un libro para jóvenes es, creo yo, que las emociones y pensamientos y heridas que narra se originan en la juventud. Aunque ya no soy joven, creo que me habría gustado leer este libro cuando era un adolescente que se preguntaba por su acné, por el control, por las mujeres, por la diferencia entre el mundo del videojuego y de los chatrooms y de Facebook y este otro. Tal vez leerlo me habría ayudado, o me habría entretenido, o ambas. Entonces, sí, [niño rata] es un libro para jóvenes.


¿Eso significa que el libro sólo lo va a entender un joven?, ¿Los adultos no tienen permiso?

No, y esta es la paradoja que me gustaría que pudiéramos habitar. El libro está escrito para que también lo lea un abuelo que quiere comprender qué es lo que su nieta vive en un videojuego. O un exgamer que busque recordar la intensidad de las emociones frente a la pantalla. O una persona cualquiera que se pregunte por el metaverso. O alguien que hubiera querido jugar Nefando. O alguien que quiso menos fanservice en Ready Player One. O alguien que es fan del anime. O alguien que quiera leer literatura nueva. O cualquier cosa. Acá está [niño rata], para que inicien sesión en él.


Otra parte de la entrevista que nos quedó sonando es la discusión sobre el alcance y el significado de la noción de escribir mal. ¿Acaso no es “escribir bien” lo que gradúa a alguien como escritor?

Un gran parte de [niño rata] está escrita sin seguir las reglas de gramática, ortografía y sintaxis de la academia, sino las propias de sus personajes. Para mí era necesario e importante que ellos pudieran chatear con autenticidad. Así que mi trabajo fue encontrar la línea entre lo auténtico y lo ilegible. O sea, que fuera una escritura mala, pero bien hecha como para que no fuera tan mala como para que distrajera de la historia. Y que tuviera la esencia de la personalidad de cada uno de ellos. Era un reto estimulante, de esos que nos ponemos los escritores como si no tuviéramos nada más que hacer. El resultado es que terminé construyendo unas reglas gramaticales propias de cada personaje. O sea, romper las reglas de la academia con unas reglas distintas, para que hubiera lógica en ese escribir mal-bien. Como una especie de doblepiensa de Orwell.

Igual, en el fondo creo que toda la escritura es mala, como sinónimo de torpe. Escribimos equivocadamente hasta que pulimos y repulimos lo que más podemos nuestras palabras para que digan eso que queríamos decir. Pero nunca es suficiente, como decía Piglia, los escritores no hacen lo que quieren sino lo que pueden. Y lo que uno puede hacer es escribir mal para que luego eso pueda estar mejor. Lo dice también Dan Harmon, el de Rick and Morty: “Si haces las paces con que lo primero que escribas siempre apestará, que la primera vez que exista en el papel no será tan bueno como la quinta o la séptima, gran parte de la presión se evapora y podrás escribir. Ya no tienes que estar satisfecho con lo que escribes, solo tienes que estar satisfecho con que existe”. Scorsese habla de náuseas al ver el primer corte de su película. Si no las tienes, es que algo anda mal. Tal vez ese sea un caso extremo de que algo anda mal, pero creo que la idea sirve. Ese es mi consejo no pedido. Escribir es hacer las paces con escribir mal. Y eso está bien.

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